El Poder Judicial en México nos debe una grande por su tendencia a dejar impunes a los grandes peces. Por ejemplo, fallaron a favor de Genaro García Luna, el exjefe de seguridad de Calderón, y sus compinches Luis Cárdenas Palomino y Jannet Miriam Martínez Sánchez en casos de chanchullos. También en el desastre de Ayotzinapa, las sentencias no solo soltaron a los sospechosos, sino que ocultaron la verdad sobre los 43 estudiantes desaparecidos. Jesús Murillo Karam, José Luis Abarca, María de los Ángeles Pineda Villa, Emilio Lozoya, Juan Collado, Rosario Robles, y una lista de exgobernadores como César Horacio Duarte y Francisco Javier Cabeza de Vaca también se llevaron la lotería judicial.
Ahora, con la reforma judicial en discusión, los ministros de la Suprema Corte, especialmente los del «bloque conservador», no quieren mirarse en el espejo y admitir que son parte del problema. No dicen nada de cómo sus decisiones ayudaron a los políticos poderosos y exfuncionarios corruptos a salirse con la suya sin un rasguño.
Entre los que han hecho el paseíllo por el sistema, que ahora quieren cambiar, están García Luna y su pandilla, Murillo Karam, Abarca, Pineda Villa, Lozoya, Collado, Robles, Duarte, Borge, Cabeza de Vaca, Gutiérrez de la Torre, Carmona Gándara, Deantes Ramos, y Winckler. Son los que sacaron el boleto ganador en ese juego judicial que quieren reformar en el Congreso.